Gárgolas insomnes

Junio 30 de 2010

Sobre Carlos Monsiváis

(Parecía un lector atento, pero nomás lo miraba)

Recibí un mensaje de Carlos Monsiváis, adhiriéndose al pronunciamiento sobre la Cineteca Nacional. "Lamento el tiempo que te hice perder", escribió. "Lamento -respondí en justa correspondencia, como corresponde a un corresponsal responsable- haberte atosigado con esa petición, en vez de alentarte para que superaras el difícil trance". Un espacio de silencio me permitió interpretar su ademán imaginario: ¡Bah! "Yo lamento que hasta ahora me tutees", dijo. "También lamento escribir tres verbos juntos", agregué. "¡Eso importa un rábano! -exclamó- Lo verdaderamente lamentable es que te avergonzara mi confianza de sonreír y decir hola; no fueran a pensar que tuvimos..."

-¡Basta de lamentos! ¡Pórtese machito!

Si algo quería Monsiváis que supieran sus biógrafos es que lo echaron de una cantina a patadas por pedir un baso de leche.

Una vez que lo entrevistaron en televisión, el entrevistador le preguntó a qué se debía su estilo barroco y él respondió que la primera tentativa del Creador fue hacerlo catedral, pero se arrepintió y decidió hacerlo persona. El entrevistador le preguntó hasta cuándo seguiría escribiendo y él respondió: "Ahora que está de moda la sociedad civil, cuando publique un desplegado a toda plana en La Jornada con muchas firmas, pero que sean reales, no apócrifas, pidiéndome que no escriba ni una palabra más, porque ya está harta de mí". El entrevistador le preguntó a qué se dedicaría entonces y él respondió: "Escribiré con seudónimo, porque también tengo derecho a burlarme de la sociedad civil". Supongo que su labia y agilidad mental eran aparentes y que había pedido por escrito las preguntas antes de la entrevista. En cambio, una vez llegó Lorenzo Meyer con unos tragos adentro a la presentación de un libro en la que participaba Monsiváis y, entre otras ocurrencias etílicas, el historiador comparó al PRI con el Mago de Oz y dijo que no existía, que era solo una idea. En su turno, Monsiváis reviró: "El PRI es una idea, pero con tantas extensiones en líneas distintas y equidistantes, con tentáculos corporativos tan multitudinarios y tantas ramificaciones presupuestales que más bien parece todo un sistema filosófico".

El Primer Congreso Nacional del PRD eligió un Consejo Nacional encabezado por Cárdenas, López Obrador, Monsiváis y Gilly, en ese orden, antes que Muñoz Ledo, Heberto Castillo y otros políticos de carrera. Monsiváis y yo nos saludamos en el receso a la entrada del cine donde tenía lugar el acto inaugural, y comenté: "Es un congreso campesino - asamblea universitaria". Él pensó hasta que la cabeza echó humo su propio comentario: "Es la concurrencia de nuestra cultura política". El reportero con quien yo hacía equipo, un tal Mario Rivera, comentó a su vez: "Por lo visto, sintió que tenía la obligación de superarte con una frase genial". Elisa Ramírez, cuyo libro sobre la vida de Jack London fue presentado por Gilly y Monsiváis, dijo después en su casa: "Monsiváis cree que tiene la obligación de ser siempre genial y se esfuerza tanto que termina agotado". La coincidencia respondía por su parte a que Gilly bebió cerveza con nosotros al terminar la presentación, mientras que Monsiváis prefirió la fría soledad de un Vips. "Qué raro personaje", opiné. Vaya que lo era: su esforzado ingenio, que hacía pasar por genialidad, tenía un costo muy alto para su cuerpo descuidado, que nunca hizo ejercicio, y de ahí la debilidad ósea, la dificultad respiratoria y otras disfunciones; el abandono propio acabó como suele acabar lo que acaba: acabado. La frase "acumulación de olvido" que, además de "gloria pretérita", hice mía, bien puede referirse a la salud física de su autor ante el espejo metafórico de las primeras fotografías tomadas en Juchitán de Zaragoza y el Istmo oaxaqueño (libro reliquia con prólogo suyo). El maestro del sarcasmo y la retórica abigarrada nunca tuvo coche ni aprendió a manejar, pero al parecer este dato anecdótico para sus biógrafos tampoco lo hacía caminar suficiente para mantener activa la circulación de la sangre y lubricadas las articulaciones del esqueleto: a los cincuenta años de edad, según la voz que yo escuchaba desde su atiborrada sala, sentado en un sillón con libros y pelos de gato, despertar era un suplicio. "Supongo que está muy ocupado en estos días", le dije; eran los días del fraude electoral que hizo presidente espurio de México al Chupacabras. "Es un rollo mental", confesó.

Carlos Monsiváis era el típico intelectual antiatlético, antítesis del guerrillero... Ahora pienso que debí terminar mi primer libro antes de que su presentador o escritor del prólogo fuera "gloria pretérita". Y me pregunto por qué, mientras Elena Poniatowska vive en Coyoacán, cerca de San Ángel y Miguel Ángel de Quevedo, Monsiváis residió toda la vida en la zona más populosa de Portales, cerca del mercado. ¿Era masoquista? Otro dato anecdótico para sus biógrafos es que fue presidente de la Junta Vecinal. Cuando yo lo visitaba, él vivía con su mamá, por cierto, a quien jamás conocí en persona, aunque una vez hablé con ella por teléfono. También me pregunto qué fue de su inmensa colección de historieta o cómic. En la pared aledaña a su escritorio había dos cartones de Naranjo enmarcados con dedicatorias y el cronista de México más protagónico de nuestro tiempo como tema; en ese escritorio, Monsiváis redactaba sus textos a mano, mientras una secretaria pasaba los borradores a máquina y después el escritor hacía correcciones, siempre a mano, sobre la versión mecanografiada; esta metódica dinámica parecía tener algo de compulsivo y frenético, y después se adaptaría sin cambios sustanciales a la era de la computación y la comunicación electrónica.

-¿A quién pongo en el consejo editorial? -le pregunté a Gustavo García, principal asesor en mi primer proyecto de revista. "¡Pon a Monsiváis! -contestó- Para que no se enoje". Ese día conocí en la cafetería de Gandhi a Ramón Ojeda, quien se presentó con una semblanza profesional y política, y dijo aborrecer el estilo indirecto de Monsiváis para decir las cosas, con pretendida ironía. "En vez de tanto rollo, es mejor a veces una mentada de madre". Y ahí sigue Ramón, repartiendo congruentes mentadas de madre, mientras que Monsiváis partió sin dejar de ser imprescindible, a pesar de sus años en decadente ruina, quizá desde el golpe de Estado terrorista y paramilitar a la UNAM, cuando abusó tanto del Correo Ilustrado que ofendió al público y empecé a detestarlo (a Monsiváis, más que al detestable Correo Ilustrado). Por primera vez, una iniciativa mía no contaba con su firma y Socorro Valadez la censuró sin explicación alguna. Quizá Monsiváis nunca dejó de ser imprescindible por la mediocridad característica de las siguientes generaciones intelectuales en México...

Solterón empedernido que no tuvo hijos ni salió del clóset, abstemio y paradójicamente solitario, más huraño que sus gatos, Carlos Monsiváis fue y seguirá siendo personaje irrepetible y referencia insoslayable, menos por su prolífica obra que por la excentricidad y extravagancia de su personalidad, a despecho de grandes y pequeños detractores, que lo han catalogado como un crítico del gobierno toda la vida becado por el gobierno. La obra por fin será conocida tras la muerte del autor, que era su mayor competencia, aunque son demasiado probables los retrasados mentales que optarán por lugares comunes como la crónica más anacrónica sobre el Ayuntamiento Popular de Juchitán; ese texto, que idealiza conscientemente a la COCEI, membrete de un movimiento regional desde hace décadas pulverizado, está publicado por lo menos en dos libros y dos revistas, y Elena Poniatowska escribe anclada todavía en aquella época.

"Por lo menos yo leeré a partir de ahora todos tus libros y demás textos, con excepción de la crónica idealización, a ver si logro que, ante la presencia del espíritu en ese gran legado, tu ausencia física sea lo de menos, al menos para mí", anuncié sin disimulo de un frustrado y rencoroso afecto. "Vaya necrofilia tan vitalizada la tuya -dijo-, que hace amistad con los muertos y enemistad con los vivos", a lo cual respondí: "Entre tanta imbecilidad identitaria y miseria humana en muerta oposición a la vida, más que necrofilia, se trata de soledad, aislamiento hasta el extremo de un ermitaño en la ciudad".

-En eso me superas -comparó el difunto, y mi oscura mirada quedó en blanco...

[] Iván Rincón 11:24 PM

Junio 19 de 2010

A tu salud, Monsi: ¡Pórtate serio!

Aunque previsible, la muerte de Carlos Monsiváis me consterna, me obsesiona y desvela, quizá porque sus problemas respiratorios coinciden cronológicamente con los de cien niños menores de cuatro años que sobrevivieron al infierno de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, hace más de un año y no han recibido atención médica del IMSS. Quizá la insuficiencia respiratoria que mató a Monsiváis es la forma en que moriría yo por estos días, como lo habría sido un derrame cerebral o infarto al cerebro cuando murió Emilio Evergenyi, a quien consideraba en franco declive como locutor sin conocer su estado de salud; cuando entró en coma Emilio, yo escribía que perder la memoria es morir mentalmente y que es preferible la muerte biológica. La agonía de Monsiváis coincide también en el tiempo con un esfuerzo por procesar mi acumulación de rencor al Instituto Nacional de Psiquiatría, en donde parece que no hay nadie capaz de entender la palabra contaminación y que todos la confunden con algún "trastorno obsesivo compulsivo". Durante dos años he padecido esa epidemia en un Instituto que, además de llamarse Instituto, se dice Nacional y, por si fuera poco, de Psiquiatría. ¡Vaya paradoja! Lo bueno es que ya empiezo a sospechar, y es un avance, que si en dos años no entienden esa palabra, tampoco lo harán en una década ni en dos, y que el síndrome del IMSS, normalidad en descomposición, es la normatividad en el sistema de salud mexicano. ¿Estaría capacitado el Instituto Nacional de Nutrición para atender la enfermedad del finado cronista, quien convalecía en ese otro manicomio mientras yo entraba y salía por varios análisis y los médicos fumaban en los accesos, obstruyéndolos tranquilamente?

No recuerdo si conocía personalmente a Monsiváis cuando escuché su participación en un programa de Radio Educación hace más de 20 años; si algo llamaba mi atención entonces era la sonoridad de su respiración, que saturaba el aire; parecía sofocado por una gran obesidad y que subiera escaleras o hiciera un esfuerzo físico escarpado. Nos conocimos en un auditorio (por cierto, el único donde he sido ponente) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM al término de un homenaje a Carlos Pereyra, quien había muerto días atrás; le regalé dos ejemplares de la revista Ollinmecah y le pedí una entrevista para la tercera edición; me dio su número telefónico para concertar el asunto y, aunque me concedió la entrevista, nuestra relación terminó 21 años después como empezó 21 años antes: con marasmos absurdos por su desproporción y pérdida exasperante de tiempo. Al conocer el tema de la entrevista, comentó: "No pides nada. Mejor me das un cuestionario de tres preguntas y el tiempo necesario para pensar las respuestas; no puedo pensar en voz alta sobre la modernidad; yo no soy Gilly". Además del cuestionario, sus respuestas me costaron muchas llamadas telefónicas y visitas a su casa; me recibía siempre otra persona porque don escritor seguía en cama; yo esperaba en una sala con montañas de libros y revistas, y una mesa repleta, entre otras cosas, de invitaciones a mesas redondas sobre temática gay, a la inauguración de un lugar gay, a obras de teatro gay... y, mientras lo esperaba, él contestaba el teléfono con voz grave, de sueño y dificultad respiratoria, como de fumador con sobrepeso; al fin salía y su actitud conmigo era distinta: "Ay, perdón, soy un desastre". Nomás le falta el camisón, pensaba yo, pero su vergüenza parecía ser auténtica y una vez, al despedirme, tomó el primer libro que tuvo a mano de un promontorio y me lo regaló. "Es un libro chistoso", dijo. No recuerdo al autor, pero el prólogo era suyo...

Mi escuela de periodismo fue el semanario y bisemanario 6 de Julio, considerado "órgano de difusión del PRD" por ambigüedad del director, Gerardo Unzueta; la época en que fui reportero de base coincidió con el segundo informe de Salinas en el Palacio de Bellas Artes; mientras esperaba que me permitieran entrar, llegó Monsiváis muy serio y en seguida un reportero a preguntarle qué opinaba del operativo montado con motivo del informe, a lo que Monsiváis contestó: "No tengo nada qué opinar sobre este homenaje del régimen a sí mismo". Entonces decidí leer su crónica antes de escribir la mía y, si no reproducía su comentario, lo haría yo. Una vez adentro, nos encontramos en una sorprendente sala de prensa con circuito cerrado de televisión, sin acceso al auditorio. Monsiváis vestía un suéter amarillo (¿cómo olvidarlo?) y se desenvolvía sociablemente con singular confianza y buen humor; había dejado la seriedad en la entrada. "¿Qué hay de nuevo?" -me preguntó. "Que nos redujeron a la calidad de televidentes", le respondí. Al día siguiente, leí su crónica, en la que no repitió lo del homenaje del régimen a sí mismo, sino "que nos redujeron a la calidad de televidentes", así que yo también le robé la idea y quedamos parejos, pero Unzueta me la robó a su vez, quitándola de mi crónica y poniéndola en su artículo para El Universal, con la diferencia de que escribió "un homenaje del régimen para sí mismo", en vez de "a sí mismo". En fin. Cada quién saca el ingenio de dónde puede.

Hace un año, cuando recabé las firmas para demandar que se vayan todos al carajo de la Cineteca Nacional, llamé a Monsiváis luego de enviarle por correo electrónico el texto, y contestó enfermo; su complicación respiratoria prácticamente le impedía hablar, pero decía: "Llámeme al rato, en la tarde". Llamaba yo en la tarde y me decía: "Mañana". Llamaba yo en la mañana y él exclamaba: "¡Ay! Llámeme al rato, en una hora". Perdí la cuenta de las llamadas cuando eran alrededor de veinte y me contestó su asistente; Monsiváis estaba hospitalizado en urgencias; le pregunté si había leído o no el pronunciamiento, si estaba o no de acuerdo, si contábamos o no con su firma. La espiral continuó con el asistente porque Monsiváis regresó a su casa, pero ya no contestaba. "Que llames en la tarde, que mañana, que a ver si al rato", hasta que le dije: "No vuelvo a llamar; si Monsiváis suscribe el pronunciamiento, que sea por correo electrónico". Y eso nunca ocurrió. Preferí darlo por muerto a seguir perdiendo tiempo con la burla sucesiva y sucedánea que había inaugurado nuestra relación profesional 21 años antes y que hirió sensiblemente mi autoestima. El rencor inhibió un mensaje que pensé escribir después de preguntarle cómo seguía y escuchar su voz decrépita: "Ahí voy". ¿A dónde? La respuesta era obvia y todos intuimos la muerte, su proximidad negada en la inminente oscuridad, pero quizá también la coincidencia en las edades de Monsiváis y mi papá concurre en la consternación. Todavía no es hora de morir, pensé decirle, palabras más o menos; es hora de vivir; todavía están por escribirse muchos libros con prólogos de Monsiváis porque sus autores importan un carajo; todavía falta mucha ironía de agudo filo, mucho sarcasmo de filoso descuartizamiento para hacer pedazos y retazos al sistema social, como Jack el destripador, para hacer crítica y denuncia mordaz, para medir el repunte de la descomposición política y su autoritarismo, para documentar nuestro optimismo...

Hubo un momento en que solo dos personas me hablaban de usted: Rosario Ibarra y Monsiváis; ella y yo nos tuteamos desde su memorable llamada con la intermediación de una hija desde Monterrey. Monsiváis siguió hablándome de usted, salvo esporádicas ocasiones, supongo que por mantener esa distancia llamada estúpidamente "respeto", pero aceptó adherirse al pronunciamiento que redacté contra el genocidio y la barbarie imperialista sin leerlo antes, se pronunció también contra el encarcelamiento de Gerardo Cifuentes y Epigmenio León cuando se lo pedí, y de paso dio un jalón de orejas a los imbéciles que demandaban su liberación por ser escritores. "Que los liberen porque son inocentes, no porque son escritores".

Vaya pues. Una profunda sensación de ambivalencia invade mi despedida. Ha muerto el "genio despeinado" al que las dificultades respiratorias no obstaron para seguir acariciando gatos. Desde hace décadas hacemos camino en la ruta de la demolición de edificios corruptos a fuerza de palabras, de crítica tan destructiva que hace temblar a los tiranos, tambalear y caer sus tiranías. Seguiremos adelante... ¡hasta siempre!

[] Iván Rincón 10:22 PM

Junio 5 de 2010

Un año de luto nacional

Hermosillo, Sonora, 5 de junio, 14:45 horas. Alguien prende fuego a la bodega de la Secretaría de Hacienda estatal, y el incendio se expande al local contiguo, una estancia infantil subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con todas las condiciones para que también arda en llamas a la menor provocación y mueran calcinad@s sus ocupantes. Dentro de la guardería
-así llamada porque guarda, como si fuera otra bodega, seres humanos- están hacinad@s 150 niñ@s menores de cuatro años; el personal que l@s atiende no es suficiente para ponerl@s a salvo, fuera de la trampa mortal; de hecho, no es suficiente para nada, pues tampoco está capacitado; no hay salidas de emergencia ni ventilación; el techo no es concreto, sino láminas cubiertas de plástico (economía cara) que hierven y caen sobre los vulnerables cuerpos de criaturas vulneradas; 49 mueren luego de sufrir, en los peores casos, una insufrible agonía de varios días; más de la mitad tenía menos de tres años; 75 tienen ahora marcas físicas y mentales para siempre, y alrededor de cien -l@s sobrevivientes en general- padecen todavía de angustiantes problemas respiratorios (fibrosis pulmonar, que requiere de tratamiento especial durante los primeros nueve meses), pues estuvieron expuest@s a gases tóxicos y no han recibido atención médica; el "diagnóstico" del IMSS -continuación de su negligencia criminal-
es que se trata de una simple alergia, una tosecita o algo así, nada grave; simple alergia con sangrados, mareos y desmayos, entre otros síntomas preocupantes, además de los gritos dormidos y las nebulizaciones dos veces por día, pues la guardería operaba, por si fuera poco, junto a una vulcanizadora y pensión en frente de una gasolinera. No conforme con la muerte violenta de 49 niñ@s, el IMSS apuesta, un año después, a que mueran por desatención 49 más (ya le gustó el número) para que dejen de ser una carga de por vida; entre sus gélidos cálculos no existe la opción humanitaria de salvarl@s porque es materialmente más barato matarl@s. De ahí que los padres y las madres de est@s niñ@s recurran a una colecta nacional urgente que haga posible su atención en hospitales de Cuba y Estados Unidos.

El incendio del 5 de junio representa la culminación de una tragedia mayor: la deshumanización de un sistema, público en los dichos y privado en los hechos, que tiene de hospitalario lo mismo que una cárcel y de salud lo mismo que una cámara de gases. No conforme con haber abandonado una de sus obligaciones, dejándola en manos de gente sin principios, nomás fines de lucro, lo primero que hizo el IMSS ante la crisis fue un mórbido intento de ocultar los cadáveres y desinformar a las madres y los padres, además de (algo que ha tenido poca difusión, no obstante que supone una constante) desatar su compulsión frenética por mutilar brazos y piernas a diestra y siniestra, carnicería que detuvo a tiempo un médico externo. Como si esta barbarie tampoco fuera bastante, aparecieron "familiares" falsos con declaraciones a los medios de comunicación por iniciativa de las "autoridades" locales, al parecer esquizoides.

La pesadilla del 5 de junio, «día de luto nacional» por decreto del poder genocida, culpable de la desgracia, que sigue asesinando niñ@s y destruyendo todo cuanto puede, ha cumplido un año sin conclusión, sin justicia ni cambios para que jamás ocurra lo que nunca debió ocurrir ni había ocurrido en ningún país del mundo. No conforme con su criminal desastre, la misma pandilla ofendió, con el cinismo que la caracteriza y una exasperante falta de sensibilidad y respeto a la vida, tanto la memoria de las víctimas y el dolor de las familias como la dignidad que haya en México y más allá de las fronteras, al permitirse un año de impunidad, un año de simulacros y farsas judiciales, simulaciones y montajes que no engañan a nadie, un año de otorgar amplias facilidades a los asesinos seriales para que sigan libres y campantes, como si nada, sin una declaración al respecto por parte de Calderodes o de perdida su esposa, que hasta ahora hablan selectivamente a puerta cerrada, previa exclusión del Movimiento por la Justicia 5 de Junio, con padres y madres deudos, y salen con la burla del viaje a Hermosillo y el decreto de última hora, no sin antes enviar a Fernando Gómez-Mont, secretario de Gobernación, a dar un avance de la táctica tardía: culpar al anterior gobierno priista de Sonora y dejar intacto el meollo del asunto, que es la figura ilegal por anticonstitucional de subrogación, pues el Estado se repliega en sus responsabilidades (la prestación del servicio llamado guardería en este caso) cuando cede y concede a particulares, sin licitación pública, su privatización discrecional; desde 1997, unas mil 500 estancias infantiles anteriormente del IMSS pasaron a ser negocio de gente asociada con el poder, que las maneja como changarros en condiciones de alto riesgo para l@s bebés, que importan un carajo a la mentalidad capitalista en sus cálculos de ganancia material. Si antes de la reforma neoliberal a su ley reglamentaria, el IMSS era considerado como "socialista", hoy es un símbolo de la barbarie y la degradación de las relaciones humanas bajo el capitalismo; su acumulación de vicios y desviaciones aberrantes derivó en la tragedia culminante hace un año, que destapó la cloaca de podredumbre y puso al descubierto la polarización de este país, como las elecciones federales que perdió Celderodes.

El 5 de junio es día de luto nacional, como todos los días de la vida que la dictadura del dinero mata. La descomposición encarnada por la mafia trasnacional que usurpa el "gobierno" de México a sangre y fuego hace del capitalismo en su fase actual un sistema social tan caduco, anacrónico y obsoleto que, además de la producción y reproducción de la muerte, sirve acaso para engordar cerdos y parásitos. Si logramos justicia en el caso que nos ocupa, algo habrá empezado a cambiar en México radicalmente; valdrá la pena inclusive morir si es necesario para dar el primer paso a la construcción de un mundo nuevo, en donde nuestros hijos vivan a salvo del infierno...

[] Iván Rincón 9:38 PM

Mayo 9 de 2010

No confundo locura con genialidad ni genialidad con ingenio, sino la poesía con una borrachera y las palabras con hojas muertas que levantan el vuelo. Nunca he confundido fealdad con arañas, sino telarañas con arcoiris y belleza con agua de mujer. No confundo ilusos con ilusionados ni esperanzas con ilusiones, sino las desilusiones con sapos que saltan de noche sobre las estrellas dormidas en los charcos. Tampoco he confundido tiempo con eternidad en movimiento, sino el rumor del viento entre los árboles con el paso de las horas. No confundo vejez con experiencia ni experiencia con sabiduría, sino el espejo con una boca del tiempo. Jamás confundiría, como ciertos idiotas, a Galeano con Carlos Bracho, sino a Carlos Bracho con un payaso de fiestas infantiles; tampoco a Ríus con Vicente Leñero, sino a Vicente Leñero con un leño carcomido. No confundo escritores con escribidores y mucho menos con escribanos, sino «escribe algo sobre ti» con lectura de manos entre gitanos. Tampoco podría confundir Vuelta con Letras Libres ni a Octavio Paz con Enrique Krauze, sino Letras Libres con una máscara de luchador "técnico" y el apellido Krauze con el Mossad en México. No confundo espionaje con inteligencia ni tacos de sesos con talento, sino insomnio delirante y delirio insomne con fecundidad y florecimiento. No cometo el error de confundir seres ambiguos con filósof@s ni vacuidad soporífera con filosofía, sino la distancia con mi erección al máximo y el arribo con mi eyaculación acumulada. No confundo urgencia con emergencia, sino la inercia con el subsuelo y la emergencia con La Revolución. No estoy entre quienes confunden izquierda con izquierdismo, reformadores con reformistas, o demócratas con imbéciles irredentos, a López Obrador con un líder, al Subcomandante Marcos con un mesías, a Marx con Dios, La Jornada con la neta... no confundo verdad con mentira ni realidad con ficción o simulacro; tampoco bondad con tontería ni maños@s con gente "lista", sino la UNAM con una ventana para cuadro del sistema social y la soledad con la compañera de mi vida.

[] Iván Rincón 6:16 PM

Mayo 3 de 2010

Torrente

Así como en los sueños de borrachos nostálgicos, los ladridos de perros parecen ecos del pasado, sonidos lejanos de viejos recuerdos, los gatos confunden el rumor de la lluvia con el paso del tiempo a través de la noche y la ciudad fantasma, población de mierda y basura en abundancia, indigencia que duerme anestesiada por el chemo y la estación de orines en alcantarillas y puentes subterráneos, hasta que amanece devorada por las ratas, zombis que patrullan el desierto de cemento y asfalto, la soledad a oscuras, territorio despejado por el miedo y despojado por ellos a la sombra de ladrones que solo existen en su imaginación, delirio de persecución, paranoia que deambula por el vacío y amordazado silencio de las calles, corriente de veneno en las venas del monstruo que los traga, se atraganta, los vomita, como boca del abismo entre tinieblas, negra dentadura que tritura el tránsito nuestro de cada hora, colmillos con hambre que succionan la sangre detenida, coagulada, sanguijuela gigante, metrópolis parasitaria, famélica parálisis de hielo que huele y exhala podredumbre y saludos alegres, hiede al cúmulo de ofensas que nunca olvidaré ni perdonaré jamás, expediente congelado por la cobardía de sus autores y una epidemia de amnesia, marasmo que respira por las heridas abiertas, autismo que vegeta, gélida indolencia de la muerte paulatina y cotidiana, la del cuerpo, la mente y el alma, egoísmo en masa de mutantes con la sensibilidad entre aturdida y atrofiada por su adicción a la saturación del aire, muerte por partes y en todas partes, esclavitud que llaman libertad, muerte provisional que precede y procede a la muerte definitiva, esa que hace cobrar valor a la vida y tener, al fin y al cabo, cuando por fin acaba, final y fin: odio infinito a la humanidad por amor a la vida y conciencia de su finitud.

Así como en la vigilia de borrachos melancólicos, las lágrimas enturbian la mirada, una hoguera se apaga detrás de la ventana bajo la "precipitación pluvial", sentimiento escurridizo, imagen inasible, agonía de la memoria, pérdida que cierra el círculo de la renuncia y encierra la demencia, durante la permanencia secular del invierno llueven huevos de tortuga y, cuando amaina la tempestad, quince días antes de quince años después, el llanto desemboca en el mar del olvido, el precipicio vuelve a ser nube y deja la tierra salada, inhóspita, desértica, salitre de las especies muertas en el cementerio del planeta, ciclo inversamente proporcional a la creación de quienes fuman en la playa y dejan sus colillas en el cenicero de arena (educación es cultura), o se quitan la toalla "sanitaria" bajo el agua y la dejan flotando para que otro animal se la trague, o apestan un puerto a gasolina con su lanchita (¡estoy trabajando! -lo mismo dicen ruleteros y choferes de trailers que apestan igual y agreden con más ruido) y raciones diarias de contaminación racionada porque son "racionales", o queman la basura, pero no todo el día, nomás en las tardes, o hacen de la vía pública en la ciudad un cagadero masivo de perros, también a diario (¿qué tanto es tantito, y además quién distingue un hedor de otro, entre tufo de cagada y smog?), o confunden el humo de cigarro con pensamiento y la compulsión frenética de respirar cloro con limpieza, efecto colateral de la intoxicación en los sentidos, mundanal inmundicia, peste asimilada... en fin, curso del agua, principio de todo... ¿qué importa, si cada vez hay más, pues el calentamiento global derrite la era glacial y en una década inundará los países formados por archipiélagos?

Así como en el insomnio de borrachos rencorosos, nunca jamás acaba nada, todo es una espiral de tiempo que no pasa, pretérito que vuelve, pasado que sigue presente, los calendarios de pared se quedan sin hojas por dárselas a los árboles que también se quedan calvos por alfombrar con ellas el otoño y los relojes de arena se atascan de colillas que tardan veinte años en desintegrarse y cada hora dura entonces veinte años y sus asesinos dicen "hacer tiempo" cuando en realidad lo matan, hacen tiempo muerto, pero el viento revive a las hojas suicidas que levantan el vuelo en primavera y son mariposas monarcas o polillas y luego mariposas nocturnas o "ratones viejos" que vuelven a la pared para morir, y el tatuaje críptico de sus alas es un fragmento del diario que alguien empezó a escribir cuando el tiempo era niño y todavía no sabía caminar, como he dicho muchas veces, pero no pones atención, porque todo se repite y me repito yo cual Trevor Resnick en la cafetería donde un reloj marcaba siempre la misma hora, la única hora del día y del año, que era la una de la mañana (¡obviamente!), y pasaba un segundo al que seguía un segundo que no era otro ni segundo, sino el primero, el mismo siempre, con la diferencia de que Trevor Resnick tenía un año sin dormir y yo tengo más de una década con insomnio y pesadillas que resultan ser la vigilia, la vida que sueño y de la cual espero despertar cuando muera.

[] Iván Rincón 5:33 PM